San José, ministro de la salvación.
San José, ministro de la salvación.
Inicio de cada día:
Acto de Contricción
Patriarca Santo, bendito San José,
custodio de los desamparados
aquí humildemente llegamos
arrepentidos de nuestros pecados.
Oye nuestros ruegos, no nos abandones,
bríndanos siempre tu protección.
custodio de los desamparados
aquí humildemente llegamos
arrepentidos de nuestros pecados.
Oye nuestros ruegos, no nos abandones,
bríndanos siempre tu protección.
Haz que en el cielo, nuestras oraciones
sean acogidas y tengan valor.
sean acogidas y tengan valor.
Tu que gozas de eterna gloria,
donde se siente perfecto amor,
ven y refléjate en nuestra memoria
cuando nos amargue la tentación!
Porque nuestro ruego se acomoda
si a ti lo enviamos conmovidos de corazón,
Porque no en vano la iglesia toda,
te ha declarado su protector.
donde se siente perfecto amor,
ven y refléjate en nuestra memoria
cuando nos amargue la tentación!
Porque nuestro ruego se acomoda
si a ti lo enviamos conmovidos de corazón,
Porque no en vano la iglesia toda,
te ha declarado su protector.
Amen.
Lo mas probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla mas de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.
José siempre en unión esencial con María y Jesús, y por ellos, forma parte del depósito de la fe y de la tradición apostólica dada a la Iglesia y trasmitida por ésta para que la viva y la asimile, y viviéndola y asimilándola, la vaya comprendiendo y desarrollando.
No se trata de crear nuevas verdades, sino de desentrañar las virtualidades de la verdad josefina. Podemos decir, proporcionalmente, como dice San Juan de la Cruz de Jesucristo, que San José es una fuente riquísima de la que siempre podemos arrancar riquezas a base de la fe, de la devoción, del estudio y de la experiencia mística.
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¡Oh amabilísimo Patriarca, Señor San José! Desde el abismo de nuestra pequeñez, dolor y ansiedad, te contemplamos con emoción y alegría de nuestras almas en tu solio del cielo, como gloria y gozo de los Bienaventurados, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparador de los desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios, de tu Jesús y de tu santa Esposa.
Por eso nosotros, pobres, desvalidos, tristes y necesitados, a Vos dirigimos hoy y siempre nuestras lágrimas y penas, nuestros ruegos y clamores del alma, nuestros arrepentimientos y nuestras esperanzas; y hoy especialmente traemos ante tu altar y tu imagen una pena para que consueles, un mal para que remedies, una desgracia que impidas, una necesidad que socorras, una gracia que obtengas para nosotros y para nuestros seres queridos.
Y para conmoverte y obligarte a oírnos y conseguírnoslo, te lo pediremos y demandaremos, urgente y confiadamente.
Por eso invocamos ahora los títulos que tenés para compadecerte de nosotros y todos los motivos que tenemos para esperar que no dilates el oír nuestra petición y remediar nuestra necesidad; siendo tan cierta nuestra fe en tu bondad y poder, que al sentirla te sentirás también obligado a obtener y darnos más aún de lo que pedimos y deseamos.
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Te lo pedimos por lo mucho que en este mundo sufriste y padeciste para sustentar y servir al Hijo del Altísimo y a la Reina de los Ángeles.
Te lo pedimos por el heroico sacrificio de tu voluntad, cuando le ofreciste al Eterno Padre los últimos momentos en que el hombre Dios iba a expirar por nuestra salvación.
Te lo pedimos por tu apacible y felicísimo transito y por la gloria singular que ahora disfrutas en el Empíreo.
Te lo pedimos humildemente por todas tus angustias, necesidades, pruebas, tribulaciones, penalidades, sufrimientos, dolores y gozos, ¡Oh buen San José sentimos en el corazón una fuerza que nos alimenta y anima a pedirte que hagas la gran misericordia de obtener lo que te vamos a pedir, pues Jesús nada niega!
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¡Oh mi buen Padre! Te pedimos que te dignes oírnos y concedernos lo que te pedimos:
(Aquí levantando el corazón a lo alto, enfervorizando los afectos se le pedirá con tierno afán, con dulce empeño y con amorosa porfía lo que se desea).
Lee tus intenciones en este momento.
Y se terminara rezando
Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria.
Luego se dice:
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Te suplicamos, Dios y Señor nuestro que los méritos del Santísimo Esposo de tu Santísima Madre, nos ayuden, amparen y favorezcan, para que lo que no alcanza nuestro débil y limitado poder, se nos conceda por su intercesión y ruego.
Te lo pedimos por el amor de quien te custodió en esta tierra a tí, Señor, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.
Amén.
Propósito del día
otros días de oración: